El frío del aire acondicionado
se le metía hasta los huesos, sin embargo, las manos le sudaban. En el instante
en que la puerta se abrió recordó la advertencia que su hermana les había hecho
a él y a sus amigos. Pero, ya era muy tarde. A penas entró a la oficina pudo
ver en la pantalla del computador del rector su “obra maestra” , una foto de la
profesora de inglés, de pie, junto al tablero, vestida de traje largo negro con
un gran sombrero retorcido del mismo color del vestido y una manzana en la mano. Sabía que la
sanción que le impondrían no iba a ser cualquier cosa y ni para imaginarse el
regaño de sus papás, miró de nuevo la imagen y sonrió un poco, con cierto
orgullo se felicitó por esos estupendos arreglos digitales que había hecho. La
voz del rector interrumpió sus pensamientos.
El regaño en casa no fue tan
duro como el castigo. El computador fue el primero en salir del cuarto. A él le
siguieron el reproductor de música y la guitarra. Cinco
días de expulsión, una disculpa pública a la profesora y tres semanas de
aburrición en casa. En una habitación que sin sus cosas, las que más amaba,
parecía la celda de una prisión de máxima seguridad. Sus amigos sólo los pudo
ver la semana siguiente en la
escuela. Como su celular también había caído en la redada de
sus padres, un papelito bien plegado llegó hasta su puesto en la clase de
matemáticas: “La sapa fue Lorena”. En
el mismo papel escribió: “¿Estás seguro
que fue la muñeca de ventrílocuo esa? Luego llegó la respuesta: “Totalmente. El dato nos llegó de buena
fuente. La secre del profe Roa nos lo dijo. Es que a ella también le cae pesada
la Lorena esa”. “¿será que si?”- Indagó con su amigo - “Si hombre, ¿no te acuerdas que ese día en la entrada, ella nos pasó
por delante con una sonrisita estúpida? ¿No recuerdas que no estuvo con todos
los del curso en la formación?, fue ella no busques más”. Todo coincidía.
Una ola de calor le subió desde la planta de los pies hasta la cabeza y se le
quedó instalada allí. Se juró a sí mismo en ese momento que esa odiosa
muchachita se las iba a pagar. Se acordó de su cara burlona cuando le tocó
pedirle disculpas a la profesora frente a toda la clase. Se las iba a
pagar, y bien caro.
Con el fin del castigo llegó
el comienzo de la
venganza. Junto a sus amigos, frente al computador esperaba a
que la fotografía se cargara por completo. Luego, cada uno, por turnos movió el
cursor sobre las pobladas cejas de Lorena. La pequeña y blanca flecha las
desaparecía poco a poco. Al final quedó una imagen de la muchacha con una
extraña apariencia. Un click final y ya
no había marcha atrás. Era casi previsible que la fastidiosa delatora no fuese
al colegio al día siguiente, y así fue durante dos semanas, después de las que
apareció con gafas oscuras y maquillaje en las cejas en un intento por
disimular lo que para ella, más que un misterio había sido una verdadera
tragedia. Los tres muchachos, sin verse las caras, casi al tiempo, rieron en
silencio y pensaron que sería divertido, ¿por qué no?, jugar con el cabello de
Lorena la próxima vez.